domingo, 24 de julio de 2011

Hombre y mujeres tenían que ser

La diversidad biológica también conlleva en numerosas ocasiones fuertes puntos de disputa; pero, curiosamente, entre hombres y mujeres heterosexuales, la discusión va en aumento. ¿Por qué? Eterno enclave diferenciador, éste del sexo. Creo que es porque ambos sabemos que, inevitablemente, estamos sujetos a compartir vida (no así cualquier hombre y mujer homosexuales) y, lo que es peor, vida en pareja (horror). Así, la pelea está servida pero, ¿por qué?, pregunto nuevamente. La consideración dentro de un grupo social es muy importante para nuestra seguridad, para nuestra estabilidad emocional. Y pertenecer al grupo de hombres o mujeres heterosexuales, uno de los más grandes al que se puede pertenecer, y con el enemigo también potencialmente más numeroso (el sexo opuesto), es como sentirte un representante, un embajador de las mujeres o de los hombres. Sentir que estás defendiendo los derechos de un grupo tan amplio reporta una enorme satisfacción; aunque en ocasiones, sepamos por dentro que la legitimidad de nuestra causa no está justificada.
Por ejemplo, el otro día iba en el coche con tres amigos, dos de los cuales (tío y tía) forman pareja, una pareja bastante curiosa. Pues bien, mi amigo Gago, que iba al volante, es un buenazo, pero le salta el punto machista a veces; y para más inri, le gusta pisarle a su Honda. Y Patry es una niña buenísima también, pero su inseguridad le lleva a veces a machacar a su novio (supongo que igual que todos, jodemos a quien más nos quiere cuando nos vemos desnudos; es un instinto adquirido en la niñez: mamá, échame cuenta que estoy desvalido, pobrecito de mí). Bueno, a lo que iba, que el coche de delante iba pisando huevos peligrosamente, y Gago intentaba adelantarle en cada ocasión. En esto que, cuando consigue su objetivo, miramos hacia el lado y quien conducía el coche era una mujer y yo, insensato de mí, lo dije: "mira, era una tía"; pero sin ofender, coño, era sólo porque Gago se había tirado un buen rato replicando: "hay que ver el de alante, joder, que le pasa a este tío", lo cual es en parte confundir el lenguaje genérico con la acepción de esta expresión al sexo masculino; o también puede ser que a mí, como todo tío/tía hetero le salta el avenate de defender a los suyos cuando corre peligro su estatus social (vamos, que me salió así para dejar claro que el que se había equivocado no era un tío, sino una tía). Entonces, como ya he dicho, fue una insensatez por mi parte al estar presente Patry (como cualquier otra mujer) ya que, si no quería iniciar una discusión, ya era tarde: "¡Ea! ¡Siempre con lo mismo! Como es una mujer, conduce peor ¿no? Pues mira éste [su chorbo] cómo conduce." Y no sé exactamente lo que replicó Gago, pero fue una frase perfectamente sustituible por la tópica expresión "mujer al volante...". Lo que faltaba. Yo intenté defender el honor de mi grupo cuando Patry intentó denostar a los hombres con la igualmente típica frase: "Sois todos iguales". Si bien es cierto que me dejé llevar por mi acérrima defensa de los hombres a cualquier precio, intenté argumentar con las consabidas diferencias biológicas, una generalización muy exagerada por mi parte: "Si yo lo único que digo, es que por naturaleza no somos iguales, somos biológicamente diferentes y eso no me lo podrás negar, Patry [apelando a sus conocimientos de mujer de ciencias]. Las mujeres, por ejemplo, tenéis la parte del cerebro de toma de decisiones mucho menos desarrollada que los hombres".
Ésto es algo que me inquieta desde hace tiempo y que confirmé cuando mi amigo Fran (de los de mi gran grupo de hombres heterosexuales) coincidió conmigo en este aspecto. Y es que todo conocimiento nuevo que adquiero, tiendo a relacionarlo a nivel macrosocial; no sé si se trata de una virtud o de un defecto, pero en ese momento me dio por pensar que esa diferencia biológica tiene mucho que decir en esta sociedad nuestra, que es evidentemente patriarcal. Las mujeres tiene otras muchas ventajas fisiológicas (como la facilidad en la simplificación de cálculos matemáticos y otras más por las que nunca me he interesado, supongo que por ventajismo, o egoísmo moral). Y esto es una verdad científica, o al menos yo lo creo así. Somos iguales en nuestra condición de personas y ciudadanos, es decir, somos socialmente equiparables y hemos de tener (o deberíamos) los mismos derechos y libertades (aunque en la práctica, desgraciadamente a veces no sea así); pero biológicamente distintos desde que el mundo es mundo. Lo peor es cuando estas diferencias naturales se convierten en baluarte de un grupo o de otro (y esto es porque ambos somos iguales; hombres y mujeres somos entes eminentemente sociales, con todo lo que ello implica, llegando a utilizar estos conocimientos como alegatos dentro de nuestro discurso). Sin embargo, no debería ser así: las diferencias fisiológicas nos complementan a ambos, hombres y mujeres, y sirven la mayoría de las veces para reunir fuerzas en el avance de nuestra sociedad (más o menos justa). Lo que ocurre con los hombres y mujeres heterosexuales es que (todo esto es una opinión personal) no podemos soportar que, en el fondo, estamos condenados a entendernos en todos los aspectos si queremos que futuras uniones vayan por buen camino, y eso nos asusta terriblemente. Y es que, si un hombre y una mujer homosexuales (uno de ellos o ambos) mantienen una conversación parecida, llegarían a la conclusión de que sí, efectivamente, tienen virtudes y defectos y ya está; esto no les inquietaría lo más mínimo, pues es así y no se puede hacer nada al respecto. Pero ese "no poder hacer nada al respecto" es, precisamente, lo que nos lleva a hombre y mujeres (sobre todo a futuribles parejas), a entrar en la cabezonería de querer arreglarlo, al menos, de palabra; esto es, nos resistimos a quedar por debajo del sexo opuesto porque entendemos que sería mostrar nuestra debilidad y quedar sometidos al poder del amor. Este sentimiento, que suena a exclusivamente masculino, está presente en ambos sexos (aunque en las mujeres, quizás en menor medida).
En ese coche pude comprobar que, desde el primer punto (aceptar nuestras diferencias biológicas) hasta el último (reconocer que muchas de las discusiones que mantenemos tienen su origen en esto mismo), todo es cierto: "Bueno pero, las mujeres tenemos muchas virtudes". "Si yo no te digo que no, sólo digo que al tener esa parte del cerebro menos desarrollada sois más indecisas, y por eso a la mayoría se os da mal conducir" (si, ya lo he dicho antes, generalización a lo bestia y egoísmo ético). "Es que siempre estáis que si las mujeres esto o lo otro, ¡y me da mucho coraje!" (como si yo estuviera insultando a las mujeres...). Constatado: que mujeres y hombres (si hablo en el sentido más amplio, incluyendo parejas, me vuelvo a referir por supuesto a heterosexuales) estemos condenados a entendernos (vivir en concordia) significa, a su vez, que estamos condenados a pelearnos (discordia). Y yo pregunto: ¿qué es esto? ¿Una paradoja? ¿Una paranoia? ¿O ambas cosas? Vivimos en un mundo de locos.