jueves, 14 de abril de 2011

Otro cumpleaños

Hoy es mi cumpleaños.
Bueno, ya está, ya lo he dicho, y hacía mucho tiempo que me costaba tan poco decirlo. El día de mi cumpleaños me deprime desde que comencé a madurar, supongo que porque también entonces empecé a ser más consciente de cómo es la vida: muy perra. La verdad es que no recuerdo desde cuando exactamente no me gustan mis cumpleaños, pero tampoco es algo que me preocupe demasiado. Simplemente es otro día más que pasa pero que, al tener un significado concreto, se confrontan ambas cosas y despiertan en mí un sentimiento de repulsa, como cuando llega la Navidad. Y eso es en parte porque no soporto la hipocresía que veo en los demás y en mí mismo, que se torna en controversia en mi mente, en confusión, se convierte en un batiburrillo de inseguridades que esconden mis verdaderas creencias.

En cuanto al día de hoy, ya os digo, no ha sido nada especial; aunque quizás la Junta de Facultad ha sido la nota amarilla que ha vaticinado que este día se iba a salir de mi rutina. A ver, os pongo en situación: estudio 4º de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Hispalense y, por si esto no fuera suficiente de por sí, para segregar más adrenalina soy miembro de Junta (sí, me van las emociones fuertes, ¿qué pasa?). Como siempre, he salido cabreado de la reunión de turno por muchas razones, que en realidad son las mismas que se repiten cada vez que se convoca una Junta. Lo de este circo es cosa aparte y creo que necesitaré una entrada entera para desahogarme.

Luego, he asistido a la última sesión del curso de libre configuración al que me he apuntado, Laboratorio de videojuegos, y me está gustando más de lo que creí al matricularme. Hoy no he estado mucho tiempo en el salón de actos del Pabellón de Uruguay y me ha faltado firmar al final de la sesión, pero Navarrete me ha dicho que no había ningún problema y que podría pasar a recoger mi diploma otro día. Si he salido antes ha sido porque había quedado con Laura, mi amor, en vernos allí mismo y pasar juntos lo que quedaba de tarde; pero me ha pedido por favor que si nos podíamos ver cerca de su casa, que hoy estaba al cuidado de sus primas pequeñas. Dicho y hecho, he salido antes de la hora prevista y he echado a andar desde el Prado hasta Nervión, previa parada en el metro para recargar mi tarjeta de transporte. Tan alegremente he escapado del curso, pensando en verla cuanto antes, que no he calculado la hora y he llegado a mi destino antes de tiempo. En último término, convine con Laura recogerla en la puerta del colegio en que trabaja, además de ella, casi toda su familia. Un calor asfixiante por el camino me había hecho sudar como Camacho en el Mundial de Japón, por lo que busqué la sombra más amplia que hubiera para quedarme a esperar la media hora que faltaba para que Laura saliera del colegio. Para amenizar la espera, me he puesto a leer a Poe en un librito de relatos cortos que me ha prestado el padre de un colega. Y cuando estaba a punto de terminar con Mensaje en una botella, entreví por encima del lomo del libro la cara de mi niña, que venía acompañada por la más pequeña de sus primas. Laura me sonrió desde la acera de enfrente; estaba esperando, como siempre, a que los padres más rezagados vinieran a buscar a sus molestos hijos. Cuando Carmen me vio me dio un gran abrazo, hacía mucho tiempo que no la veía, pero reconozco que me sorprendió ese derroche de cariño por parte de la niña. Me puse muy contento y nos pusimos a charlar alegremente mientras Laura recelaba de las explicaciones de ciertos padres irresponsables.

Antes de llegar a su casa, Laura, la peque y yo hemos hecho la parada de rigor en el Bar Alhambra, para saludar a los abuelos y a Quini, mi suegra, que estaban con la otra prima de Laura, Cristina. Ya en casa, Cristina ha propuesto jugar a un juego de mesa muy gracioso para las niñas y un tanto aburrido para nosotros, aunque me he reído mogollón con las dos chiquitujas. Creo que Carmen tiene 8 años y Cristina 10. José, hermano de ambas, de unos 13 años, nos miraba mientras jugábamos aprovechando para reírse de la torpeza de sus hermanas. Laura ha interrumpido la partida para darme mis regalos: una funda para el móvil exactamente igual que la que me compró en navidades y que yo, carajote de mí, perdí ya ni me acuerdo dónde; también me ha comprado el libro que quería, Reacciona, un compendio textos de expertos que dan, cada uno desde su campo, las claves de y contra la crisis. Le dije a Laura que quería ese libro, pero pensaba que no habría salido a la venta aún y he flipado cuando me ha dicho que salió ayer. Ahora entiendo porqué me llevaron ella y Maribel al Corte Inglés el lunes.

Ha sido un día de cumpleaños atípico, pero lo he pasado bien. Estas niñas me han alegrado el día, tanto la mía como las otras dos; la primera lo hace siempre y las otras han sido como un soplo de alegría infantil, egoísta y descarado.

Ya me tengo que ir corriendo, como siempre, a la parada del bus para volver a Los Palacios, como (casi) siempre. Poco a poco voy cayendo de la nube de la evasión al suelo de la rutina, pero con la promesa de que mañana será un día fantástico.

Me llamo Pedro y vivo con mi abuela, y mañana iré a montar a caballo con mi novia (es el regalo que le he hecho por su cumpleaños, que fue hace 15 días). ¡Ah!, por cierto, hoy es mi 22º cumpleaños.
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jueves, 7 de abril de 2011

Y menos mal que te tengo a tí

Atrapado en un mundo sin sentido, sin ningún aliciente que me de fuerzas para seguir con mis proyectos (que, por otra parte, no los tengo muy claros). No quiero hacer nada, pues todo lo que se me ocurre no me llena, es más, me desmotiva. Todo me hace daño, todo me disgusta, todo lo que me rodea tiene un punto de maldad.

Lo único que me da fuerzas para seguir vivo es el amor mutuo que nos profesamos la mujer de mi vida y yo..., a lo demás, le pueden ir dando mucho por culo. Esa persona que siempre estará a mi lado, pase lo que pase, que siempre dará la cara por mí y tendrá una palabra de ánimo en la boca cada vez que me sienta así, como ahora. La quiero por ser como es, llena de bondad y energía positiva, tan distinta de la atmósfera que nos rodea que supongo que por eso la quiero tanto.